SON DE ACÁ: LAS PALABRAS Y EXPRESIONES DE LOS ARGENTINOS REUNIDAS EN UN DICCIONARIO

Rosario Traducciones dialogó con Santiago Kalinoswki, director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras, sobre la reciente publicación del Diccionario de la lengua de la Argentina. 

 
En el marco de la 47º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que tuvo lugar en abril de este año, se presentó el Diccionario de la lengua de la Argentina (DiLA). Se trata de una obra lexicográfica diferencial preparada por la Academia Argentina de Letras (AAL) que reúne el léxico utilizado de manera exclusiva o preponderante en el territorio de la República Argentina.
El presente diccionario corresponde a la tercera edición  —ampliada y corregida— del antes conocido como Diccionario del habla de los argentinos (publicado en 2003 y 2008). En este marco, Rosario Traducciones dialogó con Santiago Kalinowski, Doctor en Estudios Hispánicos y director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la AAL, sobre las características, particularidades y proceso de elaboración de la reciente publicación.
 

Características generales del diccionario

Al referirse a las particularidades de la presente edición, Santiago Kalinowski señala que se trata de un diccionario “contrastivo”, debido a que “incluye palabras que se usan de manera exclusiva o preponderante en el territorio de la República Argentina, es decir que esas palabras en otros lados o no se usan o se usan con una frecuencia mucho menor”. “El fenómeno del léxico regional es un fenómeno general de las lenguas del mundo. En todas las lenguas del mundo hay una gran porción del léxico de las palabras cuyo significado es compartido por todos los hablantes y hay una pequeña porción de palabras que no se comparten de la misma manera”, explicó. 
Además de una mejora cualitativa respecto de la última edición (2008), el DiLA supone un incremento significativo tanto en la cantidad de lemas (+ 23,45 %), acepciones (+ 23,91 %), ejemplos (+ 26,96 %), subentradas (+ 66,96 %) y relevamientos lexicográficos (+  24,15 %).
 
 

Del habla de los argentinos a la lengua de la Argentina

Como puede leerse en su contratapa, la lengua de la Argentina es el resultado del contacto del habla de quienes se asentaron en nuestro territorio durante la conquista y colonización española con la de los pueblos que lo habitaban originalmente y con la de quienes llegaron después en sucesivas olas migratorias. 
En relación al cambio en el título, Kalinowski señala que “existe la percepción pública de que las palabras regionales son de registro bajo, vulgar o coloquial”, en tanto esa impresión “se había visto reforzada por la palabra habla en las ediciones anteriores del diccionario”. “Si observamos la estadística de palabras y vemos cuántas tienen la marca vulgar, coloquial o de lunfardo y se las compara con palabras que no tienen esas marcas, que forman parte del registro formal o neutro, surge que el 62 % no tiene ninguna marca, o sea, que no son ni vulgares, coloquiales o nada que se le parezca. Son la primera palabra disponible que tenemos los hablantes en Argentina en situaciones de comunicación que requieren léxico neutro o formal, o sea, lo primero que uno dice”, comentó. 
Tal es el caso de abrochadora, abrojo, acolchado, alfajor, bibliorato, binacional, heladera, papel carbónico, prepaga, quincho, rambla o triangulación —solo para mencionar algunos ejemplos— cuya argentinidad frecuentemente se ignora y que las solemos emplear en contextos absolutamente formales.
 

Los hablantes, verdaderos dueños de las palabras

El director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la AAL considera que hay que desterrar la idea de que existe una lengua oficial y que la misma es regulada por una academia. “Cuando los hablantes se decantan por una expresión o una palabra, esa expresión o palabra pasa a formar parte de su repertorio y el diccionario tiene que ir y recogerla porque está en los hablantes. La cuestión de que existe una oficialidad de la lengua y que los hablantes deben aceptar lo que hacen las academias son dos maneras de pensar el tema que habría que suprimir. No existe una lengua oficial, lo que existe es una lengua en los hablantes que tiene distintos registros, que se va conformando a través de un proceso histórico muy complicado y estos distintos registros son un registro culto, o más coloquial. Y ese proceso está sujeto a muchísimos factores”, remarcó. 
Desde dicha óptica, Kalinowski sostiene que la importancia de un diccionario radica tanto en su valor informativo o didáctico como en su capital simbólico. Por diversas razones y desde distintos espacios, ciertas palabras de cada variedad que no son compartidas por todos los hablantes de una lengua se convierten a menudo en objeto de estigmatización. “Hay un efecto que se puede rastrear en la opinión pública o en el usuario común, que es que si usa una palabra, y por alguna razón la busca en el diccionario y el diccionario no la incluye o no la incluye en el sentido en que el usuario la está usando, hay un efecto en el sentir que esa palabra tiene menor legitimidad. Entonces, cuando una institución que tiene prestigio hace una publicación y en esa publicación está la palabra que los usuarios usan todos los días, hay como un efecto contrario en el que ya no es tan fácil estigmatizar esa palabra, quitarle legitimidad o tratar de instalar la idea de que esa lengua que usa esa palabra tiene menor prestigio o calidad que otra forma o modalidad de hablar la lengua, que tiene otras palabras que sí están en el diccionario”, consideró.

 
 

Del re al Ahre

Al ser consultado por ejemplos paradigmáticos que vienen estudiando en las diferentes zonas dialectales de la Argentina, entre las que se incluyen el noreste —con gran influencia guaraní—, el noroeste, donde predominan quechua, la región centro —que incluye a Córdoba, Cuyo y la región pampeano-patagónica—, Kalinowski destaca el uso del re, como un intensificador muy importante que se viene utilizando hace varias generaciones. 
En tanto, el Ahre está siendo considerado para su próxima inclusión. “En relación a este ejemplo, particularmente tenemos problemas para establecer una categoría gramatical, porque es un uso de hablantes más jóvenes. Su uso nos llevó a considerar que existe en situaciones de enunciación que tienen contextos donde falta información”, comentó. 
Kalinowski señala que cuando nos comunicamos oralmente con alguien, tenemos un contexto lleno de información —que se denomina pragmático— que tiene que ver con quiénes son las personas, si existe un conocimiento compartido, los gestos, el tono, etc. Lo mismo sucede cuando escribimos un artículo, donde apelamos al contexto textual que es muy amplio también. “En cambio, cuando la comunicación vía mensaje o vía Twitter tiene pobreza de esos dos contextos, se vuelve necesario un marcador de que lo que acabás de decir es una ironía y que lo que dijiste se debe entender en el sentido contrario, porque no tenés todos los recursos que necesitás para que esa inversión del significado cruce al otro lado. A partir de ese rol que tiene en la comunicación con contextos pobres, como también tendrían esa función los emoticones, es una manera de reemplazar la riqueza que existe en la comunicación oral”, aclaró. 
 

Twitter: corpus fundamental del DiLA 

Kalinowski destaca al corpus de Twitter como una herramienta fundamental para la actual edición del diccionario. “Para detectar léxico regional argentino coloquial, Twitter es una herramienta que no tiene sustitución, porque logramos encontrar palabras que no suelen aparecer en nuestro entorno. Una palabra coloquial que se usa en Misiones no es fácil encontrarla en textos publicados, entonces eso fue para nosotros un salto fundamental, que mejoró mucho las posibilidades de este diccionario para incluir usos regionales que desde donde estamos trabajando no los vemos”, comentó. 
“Este corpus muestra las palabras que tienen chances de ser regionales, ya no depende de que nosotros por casualidad las escuchemos, veamos o nos enteremos de que existe una palabra. Hay una muestra representativa del español de Misiones, San Juan o Mendoza de la que surgen palabras regionales que nosotros pudimos haber desconocido por completo. Entonces, eso fue un salto metodológico muy importante”, concluyó. 

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